miércoles, 14 de octubre de 2009

Este es un enlace con la primera farmacéutica

La primera farmacéutica de Navarra colegiada aparece en el Albarelo número 21 de 2009.

Sobre Echeandía

Este es un enlace con la revista Albarelo, en el que aparece un artículo sobre Pedro Gregorio Echeandía. En el número 20, el primero de 2009.

lunes, 5 de octubre de 2009

Para que no se olvide el Alcazar de Toledo y sus héroes

MADRID- La historia del asedio al Alcázar comienza el 18 de julio de 1936 a las 05:15 horas, en el mismo instante en el que Franco firma el bando por el que declara el estado de guerra. El gobernador militar de Toledo, el coronel Moscardó, no dudó un instante, se refugió en el interior del Alcázar (entonces la Academia de Infantería y Caballería) y se sumó al alzamiento y el grueso de las unidades militares existentes en Toledo se pusieron a sus órdenes.
Fue el 21 de julio, a las siete de la mañana, cuando tras rechazar la rendición y entrega de las armas, las milicias republicanas comienzan el ataque a la fortaleza en la que se refugiaban 1.785 personas, de las que 544 eran niños y mujeres.
Después de las primeras 48 horas, en las que el Alcázar sufrió ataques por sus cuatro flancos, al amanecer del 23 de julio, a las diez de la mañana, el jefe de las milicias republicanas llamó por teléfono al coronel Moscardó. Su hijo, Luis, había caído preso. Le dieron diez minutos para rendirse, de lo contrario fusilarían a su vástago. Moscardó, de nuevo, no dudó. Las últimas palabras que dedicó a su hijo fueron para pedirle que muriera gritando «viva España y viva Cristo Rey».
A la falta de corriente eléctrica, pronto se unió la escasez de alimentos. En Madrid, la prensa daba por muertos a los refugiados en el Alcázar. Dentro, tuvieron que escoger al capitán Alba para que saliese disfrazado de miliciano y conectase con el general Mola. Fue reconocido, detenido y fusilado, pero aquello sirvió para volver a poner al Alcázar en el mapa de los nacionales. Hasta en dos ocasiones, les arrojaron desde aviones paquetes de alimentos acompañados de cartas de Franco y Mola prometiendo su liberación.
Pero, desde fuera, un auténtico cerco les mantenía aislados. Los milicianos atacaron con aviación, autos blindados, tanques, bidones de gasolina para incendiar, bombas de mano y minas que acabaron con la vida de 104 refugiados. El resto, sobrevivió con dos comidas (un caldo y un poco de carne de mulo o caballo) y un litro de agua al día. El 27 de septiembre, cuando se cumplía el día 70 de asedio, la columna nacional llegó hasta las puertas del Alcázar. Al día siguiente, Franco rescató a sus supervivientes.